La sombra de la luz de la Luna : Pantalla de humo

Eran los mejores amigos. Compartían alegrías y tristezas por igual, engullendo los malos momentos y saboreando los mejores; superándose cada día y aprendiendo el uno del otro como lo harían dos personas destinadas a enseñarse mutuamente y a sentar las bases de una relación inquebrantable.


Mas había un truquillo en todo aquello, algo que durante muchos años fue tardío, tedioso e impensable pero que ahora, en estos loquisimos tiempos que en que vivimos, estaba al alcance de cualquiera: Esmeralda y Pablo eran como almas gemelas pero no solo nunca se habían visto, sino que ademas vivían a miles de kilómetros el uno del otro.


Se habían conocido un día por una amiga en común en los blanqui-azules pasillos virtuales de Facebook y habían empezado a congeniar maravillosamente. De pronto casi no podían tomar una decisión sin que el otro le diera el visto bueno y ambos se sentían extrañamente maravillados con el hecho de que alguien, en algún lugar que sus ojos nunca habían visto, entre lagos y montañas bien distantes sintiera verdadero aprecio por el uno.


Durante mucho tiempo la relación se mantuvo estupendamente, con ambos anclados durante largas horas que les parecían minutos escribiendo risas y compartiendo los habituales por menores y sin sabores de la vida diaria. Pero de un día para otro Pablo comenzó a notar un distanciamiento en Esmeralda (como era lógico, todos los tópicos habían sido agotados y realmente les quedaba muy poco que decirse el uno al otro). Pronto las respuestas de Esmeralda comenzaron a llenarse de puntos suspensivos, tardanzas, y un inenmascrable desgano general por llevar una conversación. Es que durante el tiempo que habían pasado debatiendo graciosamente las mas infantiles estupideces también ese mismo tiempo pasaba para ellos y mientras uno se preocupaba en crecer el otro solo quería congelar el tiempo en ese precioso momento y no dejarlo ir.


Mientras Esmeralda se preparaba para la vida adulta decidió que Pablo no era la pieza central de su universo como ella había creído al principio, mientras que para Pablo ella lo era todo y no podía tolerar la idea de perderla... se había vuelto adicto a su consejo. El problema era que ella seguía apreciandolo pero ya no era su prioridad y no como no sabía como decírselo prefería ignorarlo, lo que lo derrumbaba a el sin pizca de piedad.


Un día Pablo se cansó de las evasivas, de la carencia de ganas y de lo que (el creía) eran mentiras y comenzó a «cercar» a Esmeralda, borrandola o bloqueándola de todos lados, haciendo «rollback» de toda ayuda que le hubiera prestado y cuidando de que esto no se hiciera muy evidente, dejándola bien visible en el Facebook (esto obedecía a una doble función; por un lado para no darle motivos de queja y por otro para dejar un camino de comunicación abierto por si ella quería «recapacitar).  


Finalmente Pablo reconoció que su «estrategia» era un montón de burradas comandadas por sus heridas y procedió a preguntarle directamente aun a riesgo de lastimarse todavía mas.


Le envió un mensaje aprovechando que estaba online y como única respuesta recibió un «visto» que nunca se transformó en nada mas. La cólera y la confusión invadieron a Pablo quien borró a Esmeralda en un vano intento de cerrar tan desafortunado capitulo de su vida.


Apesar de lo mucho que Esmeralda decía pasarlo bien con el, nunca dejó de significar reconfortantes letras en la pantalla para ella (por las que sin embargo sentía una gruesa gratitud y hasta una añoranza por los buenos momentos vividos). Mientras que para el, ella lo era todo.


Y es que Pablo nunca entendió que entre las pocas cosas que no viajan por el ciber-espacio están la honestidad y el deseo.